La funa a la Feria del Libro de Viña
del Mar fue un acto político que llevó a cabo Grupo Casa Azul para denunciar la
forma en que se concreta la gestión cultural y editorial en nuestro país
inserto dentro de una política cultural neoliberal que ha disminuido
significativamente la potencia de la cultura como agente de transformación y
crítica.
Es un círculo vicioso que
transversaliza todos los agentes culturales a nivel público y privado, nacional
y local, transformando el libro en un bien de consumo, cuya producción se
inserta dentro de la lógica de las industrias creativas.
Las políticas oficiales han privilegiado la
vinculación con Corporaciones privadas o pseudos “productoras artísticas” que
terminan controlando los aparatos que “consagran” o marginan, a nuevos o
emergentes artistas chilenos.
Esta situación se origina en el
prohibitivo costo de los stands de la feria, el hecho de que el municipio
viñamarino cobre por el uso de este espacio, se refleja en el acaparamiento de
la programación cultural por unas pocas organizaciones regionales de
escritores. Además, la liberación del pago del stand a SECH-Valparaíso,
franquicia diseñada en un principio para favorecer la difusión de la producción
local, se ha desvirtuado por malas prácticas de parte de la cuestionada
directiva de esta institución regional y por la falta de fiscalización por
parte de la cámara.
Estas irregularidades han tenido como
consecuencia la denuncia, denuncia que tiene por finalidad transparentar las
situaciones expuestas por el Centro de Investigaciones Poéticas Grupo Casa Azul,
a través de la Funa realizada a la Feria del Libro de Viña del Mar.
Aquí, se puso en evidencia la política
de exclusión y discriminación en que recaen las instituciones, tanto públicas
como privadas, relacionadas con la cultura. En primer lugar, la Cámara Chilena
del Libro, no incluye en la convocatoria para postular a un stand dentro de la
Feria del Libro de Viña del Mar a organizaciones comunitarias sin fines de lucro.
Debido al valor prohibitivo de éste (45 U.F. más I.V.A., aproximadamente un
millón trescientos mil pesos). Además, en una doble exclusión, la SECH – filial
Valparaíso no comparte la convocatoria a dicha Feria y solo invita a participar
de la programación cultural, y como premio de consuelo nos señala que se pueden
llevar libros al stand de la SECH.
El desconcierto es máximo cuando somos
informados por la secretaria de esta organización que la persona que estará a
cargo de dicho stand es un editor conocido en la región ¿Por qué agrupaciones
independientes como la nuestra, las cuáles estamos imposibilitadas de mostrar y
vender nuestro trabajo editorial por los elevados precios que mantiene la
Cámara del Libro, debemos pagar a un grupo empresarial como Editorial Puerto
Alegre por mostrar nuestra obra, si ellos además terminan por ahorrarse el pago
del stand, y más aún, tienen la posibilidad de mostrar y vender los trabajos de
distintas editoriales asociadas a dicho grupo? ¿No hay un evidente conflicto de
interés en que el encargado de atender dicho stand, el cual supone un beneficio
a escritores y editoriales pequeñas de la región, sea el dueño de una editorial
que compite con las mismas?
Es lamentable que en este país los
organismos estatales se asocien con empresas privadas y gremios que solo se
benefician a sí mismos, dejando fuera a los que no son socios y sus autores, que
son la mayoría de los actores.
La prepotencia con que los
comerciantes del libro se arrogan la representatividad de la cultura literaria
de nuestro país es repudiable, y más aún cuando en su mayoría son editores sin
rol cultural, sino netamente comercial. La institucionalidad a cargo del libro
está representada por la Cámara Chilena del Libro, quien agrupa a las grandes
editoriales presentes en el país: la Asociación de Editores de Chile, principal
referente de las independientes y que dirige Marisol Vera (Editorial Cuarto
Propio) y la Furia del Libro, otra representante de editoriales autónomas,
además del Consejo Nacional del Libro y el Consejo Regional de la Cultura.
Claramente la institucionalidad del libro está cambiando y ya no responde solo
a intereses de las trasnacionales, sino que se abre a editoriales
independientes que apuestan a un rol cultural. Sin embargo, nuestro centro
percibe con decepción la connivencia entre estos dos tipos de organizaciones
cuando apoyan a través de la internacionalización del libro la política
gubernamental de la industria creativa. El libro y la lectura son derechos
humanos, sociales y culturales que aseguran la capacidad reflexiva y crítica de
las personas, esto ya lo había señalado el mismo Consejo Nacional de las Artes
y la Cultura en 2005. Son bienes simbólicos que no pueden ser transados en el
mercado como mercancía ni integrados a las industrias creativas que fracasaron
en Europa y terminaron absorbidas por las multinacionales. La institucionalidad
tiene que proteger la creatividad para que el país no deje de tener escritores con
sentido crítico, artistas que cuestionen esa misma institucionalidad que los
protege. Porque una verdadera democracia sabe que tiene que asegurar la
disidencia que habita en el país, y esa disidencia en muchos casos la
protagoniza el escritor.
Vemos que una de las principales
causas que ocasionó este problema es el sistema económico al que fuimos
sometidos en este país. El neoliberalismo tiene en su base la valoración de la
tecnocracia y la destrucción de las habilidades humanistas que permiten
reflexionar y criticar el proyecto país que estamos construyendo. Luego,
reparamos que en el gobierno, está muy de moda el tema de las industrias
creativas. Creemos que existe una contradicción profunda en los objetivos
propuestos por la mesa conformada del CNCA en este punto. La consecuencia
directa de la implementación de una industria creativa no fortalece la
producción creativa o intelectual, ni promueve el pensamiento propio. El
concepto de industria creativa, como bien fue descrito en los años 40 por
teóricos como Adorno o Horkheimer, genera una creciente espiral totalizadora de
manipulación sistemática con la “exigencia retroactiva” de adaptarse cada vez
más a este sistema. La industria creativa termina homologando el producto
cultural generado, sesgando la mirada sobre las visiones existentes del arte, y
creando finalmente el perfil de un consumidor autómata, incapaz de reflexionar
y generar espíritu crítico. Obviamente esta situación es nefasta para el arte,
el cual siempre debe ser una mirada nueva, en constante movimiento y
actualización.
Generar redes críticas y movimientos
artísticos, que conflictúen esa argamasa acomodaticia y hegemónica, establecida
por el lobbismo, las influencias, los contactos y las “movidas” de aquellos que
constituyen la pléyade de la ganancia ubicua, básicamente mediática y
patrimonial, que pretenden sólo figuración, influencia y status económico, en
medio de los debates y las demandas de una ciudadanía por un Chile distinto y
más justo. Un cierto “mundo cultural” muy acorde con la sociedad del lucro.
Casa Azul está incluida en las mesas
de discusión en torno a la política de lectura, pero redactamos un nueva
Propuesta de la política nacional del libro y la lectura, nacida de todos los
hincapié que ya extensamente se han descrito en esta editorial. En ella, entre
otros temas no menos importantes, pretendemos evidenciar a la
institucionalidad, que políticas provenientes de las industrias creativas no
contribuyen en nada al desarrollo del pensamiento crítico y estético de la
ciudadanía.
Por último, debemos destacar un
elemento fundamental en esta edición. Destacamos la labor de la revista El
Puñal, medio de difusión de cuentos, ensayos y poesía de autores emergentes, y
cuya prioridad es la calidad de las propuestas. Ha sido publicada en papel y
posee un formado descargable en pdf. En la actualidad, la última convocatoria
que fue realizada para tal proyecto se ha incluido en esta edición, y por tanto,
nuestra revista se ha nutrido de textos variados que llegaron a la convocatoria
de ambos proyectos. Es un agrado que el gestor de la Revista El Puñal, Rodrigo
Suárez, sea actualmente un miembro activo de nuestro proyecto y que se
desenvuelva en variadas funciones, una de ellas la edición. Si bien El Puñal
como propuesta no está activo de manera formal, su esencia navegará en nuestra
botella.
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